GODZILLA EN MÉXICO
Atiende esto, hijo mío: las bombas caían
sobre la ciudad de México
pero nadie se daba cuenta.
El aire llevó el veneno a través
de las calles y las ventanas abiertas.
Tú acababas de comer y veías en la tele
los dibujos animados.
Yo leía en la habitación de al lado
cuando supe que íbamos a morir.
Pese al mareo y las náuseas me arrastré
hasta el comedor y te encontré en el suelo.
Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba
y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte
sino que íbamos a iniciar un viaje,
uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.
Al marcharse, la muerte ni siquiera
nos cerró los ojos.
¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,
¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
en la gran sopa podrida del azar?
Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,
héroes públicos y secretos.
-Roberto Bolaño
El poema “Godzilla en México” nos sumerge en una catástrofe silenciosa, en la que la muerte llega sin anuncio y sin ruido. Lo más impactante es cómo los verbos nos guían en esta tragedia: caían, llevó, supe, arrastré, abrazamos. Todo ocurre en pasado: el desastre ya sucedió y la voz nos habla desde la muerte. La narración es íntima, un padre que encuentra a su hijo en el suelo, que abraza y tranquiliza, aunque ya sepa que todo está perdido.
Pero no hay dramatismo exagerado. La muerte aquí se marcha sin cerrar los ojos de sus víctimas, como si fuera solo otro tránsito inevitable. Y entonces, el poema cambia. El pasado queda atrás, y entramos en un presente extraño, el de después de la muerte. ¿Qué somos?, pregunta el niño, en un tiempo indefinido (“una semana o un año después”) como si el tiempo ya no importara. La respuesta del padre no es de desesperanza, sino de afirmación: “somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros”.
Roberto Bolaño, que vivió en la Ciudad de México, veía la metrópoli como más que un escenario: un lugar lleno de historias y contrastes. En “Godzilla en México”, la ciudad enferma y la moderna conviven, y el desastre no es ruidoso, sino que se cuela en la rutina y la indiferencia. Para Bolaño, la ciudad no es solo un espacio, sino una forma de vida donde el peligro y la poesía van juntos.
Me ha encantado. Un texto dinámico y ameno,ya lo estoy compartiendo con propios y extraños. Excelente pluma,no lo podemos perder de vista.
Fabuloso. No sólo nos enseña el idioma, también nos invita a la reflexión.